sábado, 29 de enero de 2011

¿Quién se quemó los dedos con el cigarro? Syd Barrett. Roger Waters. The Wall.


Lo dijo Roger Waters: “al final no sentía ninguna simpatía por el protagonista de la película”. Luego lo intentó arreglar. “El impacto sobre los sentidos era tan continuo y fuerte que no me permitió sentirme involucrado con él”, dice refiriéndose a Bob Geldof, actor que encarnó a Pink en la versión cinematográfica del disco-proyecto-espectáculo conocido como The Wall, o como el videoclip de los martillos que ponen a veces en la MTV. Que por cierto, quien fuera guitarrista de Pink Floid y arquitecto principal del muro, Roger Water, aún continúa manos a la obra, entre ladrillos y gotelé, recorriendo el mundo y desnudando su frustración en uno de esos clásicos revivals “que no te puedes perder”. Y entre otras, estará en marzo en Barcelona y Madrid.
Según dicen unos, el muro empezó a crecer cuando nuestro hombre recibió un escupitajo en la cara disparado por una fan. Bastante disgustado, su mente fantaseó con la idea de crear una barrera entre el escenario y la audiencia. Ese fue el germen, luego vino la reflexión sobre la esencia del rockstar, la alienación, la frustración, la locura y el rechazo por la vida que llevaba. Así surgió un disco memorable que giraba entorno al auge y caída de una estrella de la música llamado Pink. Y como un nuevo Flaubert, Waters dijo: “!Pink soy yo¡”.

Como un nuevo Flaubert, Roger waters dijo:"Pink soy yo!".

Pero… ¿Quién se quemó los dedos, impasible, con el cigarro como sucede en una escena de la película? ¿A quién encontraron en el estudio rapado y sin cejas, irreconocible, una noche al llegar de un concierto mientras grababan Wish you where here en 1975? ¿Sobre todo, a quién le escribió esa canción Dave Gilmourt?  ¿Y Dark side of the moon? ¿De quién hablaba la canción Shine on you crazy Diamond?¿Quién construyó un muro imaginario que le impedía comunicarse con el exterior? La respuesta es la misma persona que muchos años después le dijo a un periodista: “Vivo con mi madre, no recuerdo haber tocado nunca en un grupo de música llamado Pink Floid”.






Está escrito en los libros de historia: Syd Barrett y Roger Waters se conocieron en plena adolescencia y montaron el grupo The Adbabs. Syd le propuso cambiar el nombre de la banda y así inaguró uno de los grupos más influyentes de la historia de la música. Pink, por Pink Anderson. Floid, por Floyd Council. Dos míticos músicos de blues.





Barrett, un genio de la composición desde muy joven catalizaba toda la energía de los primeros Pink Floid. Sólo grabó con ellos el primer disco de la banda., The piper at the gates (1967). Su deterioro físico y mental era cada día más evidente. “No podía ni sostener la púa”. “Se  quedaba conciertos enteros mirando al infinito y  dando un solo acorde”. Su mirada se apagó repentinamente. Para su segundo disco, David Gilmour le sustituyó. Syd compondría las canciones pero no actuaría en directo. Mal negoció, pensó alguno. Un buen día, cansados de sus extravagancias, alguien dijo ¿Hoy no recogemos a Syd? Y otro, nadie recuerda quién fue, respondió “que le jodan”. Actuando quizás como lo que criticarían muchos años después en The Wall.
Esquizofrenia, síndrome de Aspergen, abuso del LSD, o incluso cierto complejo de Hamlet. Para Gilmour, quizás el Pink Floid mas cercano a Barrett: “su caída hubiese ocurrido de cualquier manera, era algo con raíces profundas”, dijo. Aunque pensaba que la experiencia psicodélica “pudo actuar como un catalizador”, no creía que Syd “pudiera vivir con la fama y lo que ello conlleva”.





Historias negras del rock and roll y un puñado de anécdotas para forjar una leyenda. “Cuando realmente saltaron las alarmas, fue en el momento en el que Syd encerró a su novia bajo llave tres días, dándole, ocasionalmente, galletas por debajo de la puerta”, relata el crítico Jonathan Meades. Se pasaba el día en la cama. “Mientras estoy tumbado puedo hacer todo lo quiera, si me levanto sólo podré hacer una cosa”, pensaba.



Cuentan que en su última actuación en directo se descolgó la guitarra en mitad de un tema, apagó el amplificador silenciosamente y se fue, sin decir nada, tranquilo, a casa de su madre. Syd murió en el 2005 olvidado por todos, pero el muro continúa vivo.










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